El implante de una lente intraocular es el procedimiento de elección para corregir la miopía en pacientes que superen las 10 dioptrías e hipermetropía de más 6 dioptrías (y preferiblemente con un astigmatismo inferior a 1 dioptría). Este procedimiento es más seguro y predecible que el LASIK en miopías e hipermetropías altas.
Durante la operación se coloca una lente dentro del ojo para enfocar adecuadamente las imágenes sobre la retina, no requiriendo ningún tipo de mantenimiento después.
Hoy en día el tipo de lente mas utilizado es la lente intraocular de cámara posterior. Es una lente elástica y deformable que se implanta permanentemente entre el iris y el cristalino del ojo a través de una sencilla operación permitiendo corregir defectos oculares como la miopía, la hipermetropía, el astigmatismo y la vista cansada o presbicia.
La lente posee una gran elasticidad por lo que se introduce plegada mediante una inyección, desplegándose dentro del ojo. Esto permite que la incisión sea muy pequeña, lo que es una ventaja respecto a las de cámara anterior.
Con ello la lente queda perfectamente colocada entre el iris y el cristalino. Tiene forma de una lentilla normal, aunque más pequeña y con unos bordes para evitar que se desplace. De todas maneras se recomienda no frotarse nunca los ojos intensamente para evitar riesgos de que se mueva.
Durante la intervención, en la que el ojo del paciente estará anestesiado, se dilata la pupila con un colirio. Al recuperar la pupila su tamaño normal, la lente queda encajada. A pesar de ello, puede ocurrir que la pupila quede un poco dilatada, por la que muchos pacientes tras la operación ven aros de luz por la noche, alrededor de los focos de luz. Esto también ocurre y de manera más acusada con la cirugía láser.
Como entre el iris y el cristalino circula el humor acuoso, la lente puede interferir esta circulación. Con ello se corre el peligro de tener elevada la tensión ocular pudiendo degenerar en glaucoma. Por ello antes o durante la operación se realiza un diminuto agujero en el iris, de forma que el humor acuoso pueda circular libremente desde detrás del iris hacia delante (procedimiento yamado iridotomía (pequeño orificio en el iris) con láser YAG). De todas maneras, no es recomendable esta operación en personas con tensión ocular.
Una vez terminado el procedimiento (15 minutos para cada ojo) el paciente puede ir a su casa sin necesidad de hospitalización. La lente es invisible y pasa desapercibida. Los pacientes suelen estar muy satisfechos con el resultado.
Durante el primer día es importante no tocarse el ojo el primer día, sin presionarlo durante 5 días (sobre todo no frotarse). Lo normal es que se tenga una ligera molestia en los ojos el mismo día de la cirugía, como si se hubiera metido una pestaña dentro del ojo.
Durante los días siguientes el paciente debe aplicarse las medicaciones que le haya prescrito el médico, generalmente gotas oftálmicas. Quince días después de la intervención podrá realizar cualquier actividad como si nunca se hubiera operado.
Lo mejor es que es una operación reversible. Si ocurriera cualquier inconveniente, se retira la lente y el ojo se queda igual que antes de la intervención. La operación con cirugía láser en cambio es irreversible.
Como se ha comentado permite operaciones de muchas dioptrías, más de 20 dioptrías. La cirugía láser está más limitada, aunque se sigue dando como primera opción para las personas que poseen poca graduación.
La superficie ocular queda más intacta que en la cirugía láser, ya que en ella la córnea se reduce y en caso de ser necesario una segunda operación, la implantación de la lente intraocular es perfectamente compatible con la cirugía láser.
Y si ocurriera el caso de que cambiara la visión, la ICL podría retirarse y cambiarse por otra o efectuarse otro tipo de tratamiento. Con la ICL es posible usar gafas o lentes de contacto, si fuese necesario. La ICL no corrige la presbicia, por lo que a partir de los 45 - 50 años, es necesario el uso de las gafas para leer.
Las molestias tras la cirugía son mínimas o inexistentes, y la recuperación visual más rápida ya que no hay que cicatrizar la córnea como en la operación láser, ni el uso de lágrimas por sequedad del ojo.
Como en toda técnica moderna el principal inconveniente es que se desconoce que efectos puede tener en el futuro. Hasta ahora los resultados han sido muy satisfactorios, mejorando los de la cirugía láser. El peligro es la permanencia de un objeto extraño dentro del ojo, como es la lente intraocular.
A corto y medio plazo es una operación muy fiable, pero a largo plazo podría favorecer el desarrollo de cataratas (un 4,8% de posibilidades), o de tensión ocular que genere glaucoma (un 2,5%). Esto no se puede saber porque no ha transcurrido el tiempo necesario para que algún paciente que se lo haya implantado le haya ocurrido).
En cualquier caso, en las consultas previas a la intervención, al paciente se le medirá la tensión ocular, no pudiendo ser superior a 21mm o 22mm de Hg. Tampoco es buena opción si el paciente tiene familiares directos con glaucoma, pues hay casos en los que el glaucoma es hereditario. En cuanto a las cataratas, más del 50% de la población tendrá cataratas a los 65 años, aunque podría adelantar la edad de implantación por llevar lente intraocular.
Por último, existe el riesgo de deslizamiento de la lente en la cavidad vítrea, teniendo el paciente que volver a operarse para colocarla correctamente.
A pesar de los inconvenientes, se han realizado diversos estudios donde más del 99% de los pacientes intervenidos con esta técnica han quedado satisfechos tras 3 años de llevar lentes ICL.
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